Por qué dejar de "capacitar" a los profesores impulsa el futuro de la Formación Docente
Actualizado: 24 sept
Los docentes son agentes cruciales para la equidad, el acceso y la calidad educativa, jugando un papel central en el desarrollo sostenible global. La propia UNESCO señala que "los docentes son la fuerza más influyente para la equidad, el acceso y la calidad en la educación, y representan la clave para el desarrollo sostenible del planeta" (UNESCO, 2017, p. 22). Esta afirmación subraya la enorme responsabilidad que recae sobre los profesores, lo cual implica que la formación docente a lo largo de las distintas etapas de su carrera es uno de los elementos clave para la mejora educativa y, por ende, un componente central en las políticas educativas (Cordero & Vázquez, 2022).
A pesar de la preocupación manifestada por organismos internacionales respecto a la formación de los docentes y los esfuerzos realizados por el Estado para mejorar la calidad educativa, en países como México y otros de América Latina persiste una visión limitada de lo que implica dicha formación, frecuentemente reducida a simples cursos de capacitación (Del Castillo, 2022). Aunque estas iniciativas han aportado mejoras, el uso común del término “capacitaciones” como sinónimo de formación resulta insuficiente para abordar las complejas necesidades de los docentes en los contextos de trabajo actuales, agudizadas aún más por las inequidades surgidas en el periodo pospandémico.
En este contexto, podría parecer trivial que formadores, docentes e incluso autoridades utilicen indistintamente los términos “capacitación” y “formación docente”. Algunos podrían argumentar que dicha distinción es una cuestión semántica sin relevancia práctica, sin embargo, esta diferencia conceptual no es un capricho académico. Al contrario, considerar únicamente la capacitación como modelo formativo limita el horizonte de posibilidades, obstaculiza la inclusión de hallazgos investigativos y frena la innovación en la formación del profesorado.
Este artículo explora un concepto central que todo formador de docentes, sin importar su rol, debería dominar: ¿Qué es la formación docente y en qué se diferencia de los comúnmente utilizados cursos de capacitación?
¿Desde cuándo capacitamos a los profesores?
En México, así como en otros países de América Latina, el término "capacitación" ha sido ampliamente utilizado para referirse a las actividades formativas dirigidas a los docentes. A pesar de los esfuerzos estatales por diversificar las opciones de formación, en la práctica, los cursos de capacitación han sido predominantes, centrados en temas como la actualización tecnológica, la implementación de programas curriculares o la aplicación de normativas (Cordero & Vázquez, 2022).
La aceptación continua del término "capacitación" para describir estas actividades tiene consecuencias importantes para la formación docente, ya que reduce las posibilidades de explorar y adoptar nuevos enfoques de desarrollo profesional. Como señala Graciela Cordero, investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California, y Arnaut (2013), el concepto de capacitación tiene sus raíces en la década de los años cuarenta, cuando los docentes eran vistos como trabajadores no especializados al servicio del Estado, muchos de los cuales carecían de una formación inicial en pedagogía. Esta circunstancia llevó a la creación del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, consolidando el uso del término "capacitación" para describir acciones formativas para el magisterio.
La continuidad en el uso del término "capacitación" devalúa la profesionalización del docente, al enfocarse en el objetivo de "hacerlos capaces" de enseñar, lo cual reduce el desarrollo docente a un entrenamiento básico (Cordero & Vázquez, 2022). En la práctica, "capacitación" ha llegado a ser sinónimo de "cursos", una modalidad formativa que, aunque valiosa, resulta limitada para abordar los desafíos complejos que enfrentan los educadores.
Algunas iniciativas han intentado innovar, como el formato "Curso-Taller", pero este concepto ha evidenciado en muchas ocasiones la falta de claridad respecto a las diferentes modalidades de formación disponibles, lo que ha restringido las oportunidades de mejora e innovación en la formación docente.
La Distinción Crucial entre Capacitación y Formación Docente
En primer lugar, es fundamental aclarar qué entendemos por formación docente.
Desde WeDoEd, nos alineamos con la definición de Carlos Marcelo, investigador de la Universidad de Sevilla, quien ha realizado importantes aportaciones en este campo. Según Marcelo, la formación del profesorado constituye un
Campo de conocimiento, investigación y propuestas teóricas y prácticas que, dentro de la Didáctica y Organización Escolar, estudia los procesos mediante los cuales los profesores se implican en experiencias de aprendizaje individual o en equipo, adquiriendo o mejorando conocimientos, destrezas y disposiciones, que les permiten intervenir profesionalmente en el desarrollo de la enseñanza del currículum de la escuela con el objetivo de mejorar la calidad de la educación que reciben los alumnos (Marcelo, 1995).
Aunque otras definiciones más actuales, como las de Francisco Imbernón y Graciela Cordero, la proporcionada por Marcelo capta la amplitud del concepto. La formación docente no se limita a cursos o capacitaciones, sino que es un campo en sí mismo, con un enfoque en la investigación y en la generación de conocimiento sobre cómo aprenden los docentes y cuáles son los mecanismos más efectivos para su desarrollo en diversos contextos.
El concepto de formación permite la integración de diversos modelos, como por ejemplo el Método CACE para la formación de directivos educativos por medio de autoetnografía; o el de Design Thinking para generar innovación en el medio educativo.
Segundo, identificar la diversidad de dispositivos y modelos de formación
Existen diversas modalidades y dispositivos formativos que pueden ser utilizados para la formación docente, cada uno con características específicas que permiten atender las necesidades particulares de los grupos de profesores, sus contextos y las condiciones disponibles para su formación. A continuación te presentamos algunas de los dispositivos más relevantes. Nuestra lista, aunque es extensa, no es exhaustiva y en la literatura puede haber nuevas definiciones que varíen nuestra descripción.
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Tercero Formar a los formadores
paso esencial en la mejora de la formación docente es garantizar que los formadores estén equipados no solo con los conocimientos específicos de su área, sino también con una comprensión sólida de los conocimientos sobre formación docente como campo de conocimiento y que les permita resolver el mayor reto de la formación docente: garantizar que los conocimientos adquiridos durante la formación docente se transfieran a la práctica de manera efectiva. Lograrlo, requiere no solo una planificación adecuada de la formación, sino también mecanismos de seguimiento y apoyo continuos.
La transferencia de conocimientos no ocurre de forma automática; necesita ser facilitada mediante la creación de un entorno en el que los docentes se sientan apoyados para experimentar con nuevas ideas y recibir retroalimentación (Joyce & Showers, 2002). Es fundamental que los formadores no solo distingan entre la capacitación y la formación; sino entre estos conceptos y el desarrollo profesional, que sepan la diferencia entre los dispositivos de formación y los modelos de formación y que cuenten con un repertorio amplio que les permite articular modalidades, dispositivos y modelos de acuerdo a las características de los docentes con quienes trabajan. Este enfoque no solo aumenta la calidad del aprendizaje en los docentes, sino que también facilita la implementación exitosa de nuevas prácticas en el aula.
Conclusiones
Es evidente que la formación docente enfrenta un punto de inflexión crítico, en el que se hace urgente superar el enfoque tradicional de la "capacitación" y adoptar modelos más integrales y efectivos que respondan a las demandas actuales. La formación del profesorado no puede seguir limitada a la mera actualización de conocimientos técnicos o normativos; debe abordar la complejidad de los contextos educativos, los retos pedagógicos contemporáneos y, sobre todo, debe dotar a los docentes de herramientas para transferir efectivamente el conocimiento a su práctica diaria.
Los educadores están en la primera línea de la mejora educativa, y como tales, merecen una formación que vaya más allá de la capacitación. Necesitan experiencias de aprendizaje que fomenten la reflexión crítica, la innovación y el trabajo colaborativo. Las investigaciones de expertos como Marcelo (1995) y Cordero (2022) subrayan que la formación del profesorado es un campo que debe nutrirse de la investigación pedagógica y del conocimiento sobre cómo aprenden los docentes, para así poder mejorar la calidad educativa que reciben los estudiantes.
Por lo tanto, es imperativo que todos los involucrados en la formación docente –desde coordinadores hasta ministros de educación– comprendan los principios fundamentales de este proceso y se formen en los modelos más efectivos. La urgencia no puede subestimarse: la calidad de la enseñanza, y por ende, el futuro educativo de nuestras sociedades, depende de ello. Tomar medidas inmediatas y adecuadas para formar a los formadores es clave para construir una educación verdaderamente transformadora.
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Referencias para saber más sobre formación docente
Cordero, G., & Vázquez, M. A. (2022). La formación continua del profesorado de educación básica en el sexenio de la reforma educativa. JP. Recuperado de: https://rb.gy/hzxcnr.
Marcelo, C. (1995). Formación del profesorado para el cambio educativo. EUB.
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2017), “Reporte Anual 2016. Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe”. Disponible en <https://unesdoc.unesco. org/ark:/48223/pf0000257931?posInSet=1&queryId=24eb 2aa9-35ff-4488-8551-a3f31379935d>.
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